“Si Althusser decía que el texto es tanto lo que dice como lo que calla, lo que no dice. En esta estructura binaria –a mi modo de ver/leer– Pilar inventa un decir en el que (y esto se ha de haber trabajado muy a conciencia) no hay 2 lugares comunes del propio género (la bandeja, el soporte que soporte que se elige), la poesía” (…). Lo fascinante es la determinación, el poderío simbólico y narrativo que despliega Pilar Fraile para intentar cernir lo que en términos psicoanalíticos Lacan llama el objeto a, el objeto causa de la experiencia de angustia. Como si viniera a decirnos, junto a esa tradición ética de la dignidad de la angustia –de Heidegger, Kierkegaard o Lacan–, que la angustia es fundacional en su dualidad [se presenta tanto del lado del cuerpo como del lado del pensamiento]”. Mónica Francés.
“Sobre las palabras parecen depositarse virutas de madera, vellones de lana deshilachados, branquias, ojos desprovistos de luz que alguna vez miraron desde “cuerpos de pieles grisáceas que cuelgan en los ganchos oxidados en la pared de la cocina”.
Restos de órganos, materia informe. Su atmósfera es perturbadora e inquietante, pues se reconocen algunas marcas humanas pero también otras en las que aparece lo precario, lo enfermo, lo ignoto, lo inasible. Su fuerza está en su elusión, en su no darse, su carácter renuente”. María Ángeles Pérez López
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